Camboya

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Viajar a Camboya es viajar a un país anclado en el pasado de los Jemeres Rojos que está empezando a salir a flote. Comparado con su vecino, Tailandia es un país subdesarrollado a donde está empezando a llegar el turismo y por tanto la modernidad y la riqueza.

Lo primero que llama la atención es el férreo control policial que hay en la frontera y donde tener euros no vale nada, ya que sólo aceptan dólares y tienes que cambiar tu moneda europea a la del Tío Sam para luego volverla a cambiar a la moneda camboyana y ellos aprovechan esto para devaluarte en el cambio un 10 % cada vez. Además de esto, resulta bochornoso que después de haber pagado tu visado de entrada con anterioridad al viaje, todavía te exijan más cosas y te retengan en el aeropuerto casi 2 horas más.

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Todo esto resulta todavía más bochornoso, si el día que llegas es tu cumpleaños y has planeado todo a la perfección para llegar al hotel, relajarte y luego acercarte a los templos de Angkor para ver la puesta de sol y por haberte retenido tanto tiempo inútilmente en la frontera, pierdas las ganas de hacer esto en tu aniversario y tienes que conformarte con ir a un barucho del centro de la ciudad.

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Por eso, cuando al día siguiente de dormir la modorra y la mala leche del día anterior, decides por fin dejar la polvorienta Siem Riep y adentrarte en la jungla del Sudeste asiático para ver Angkor, te sorprende aún más este conjunto de templos perdidos en la selva hasta que un explorador francés los redescubrió en 1931 tras el abandono de los mismos en 1456. La belleza de estos templos unidos y entrelazados con la naturaleza es del esplendor que es el mejor regalo de cumpleaños que puedes tener, aunque sea con unas horas de retraso.

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El conjunto monumental de Angkor tiene una superficie de unos 200 kms. cuadrados, aunque recientes hallazgos lo aumentan a 3.000 kms. cuadrados. Es obligado no perderse esta maravilla arquitectónica, obra de un rey megalómano que en el s. IX empezó esta labor titánica que continuaron sus sucesores haste el s. XIV. No hay palabras para describir tanta belleza y naturaleza unidas por su común destino. Necesitas mucho tiempo para ver sólo una pequeña parte y después de 4 ó 5 horas de visita caminando de un lado para otro con un sol de justicia en un país de clima tropical con temperaturas de 29° a 42°C, sólo te apetece descansar. Vuelves al día siguiente con más ganas, pero lo laberíntico de la mixtura selva-templos te hace que a mediodía te replantees la visitas y digas:¡basta, ya he visto bastante!…

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De vuelta a tu hotel, descansas y te dedicas a ver tiendas en las cercanías en donde puedes apreciar la seda camboyana o los trabajos en artesanía que algunos casos combinan tradición con modernidad. Luego puedes ir a que te den masajes personas ciegas que se dedican a esto para poder sobrevivir, debido a su discapacidad.

Más tarde puedes ir al Night market en donde puedes encontrar y comprar desde frutas tropicales, especias a precios de ganga, artesanías, camisetas, toallas, orfebrería, animales disecados como escorpiones, tarántulas o mariposas…

Sólo por visitar este pedazo de la tierra en la que se encuentra Angkor, Patrimonio de la Humanidad y que dicen que también se ve desde la Luna como la Muralla China, vale la pena el viaje.

Camboya es un país que está empezando a recibir turismo como sus vecinos Laos y Vietnam, pero que está muy lejos del desarrollo de Tailandia que es como España comparándola con Marruecos por tener un ejemplo muy gráfico. Tiene una pequeña costa en comparación con la larga y kilométrica costa tailandesa que también da al Golfo de Siam, de playas tranquilas y aguas cristalinas y su capital Phnom Penh es también interesante de visitar y cuyo Palacio Real y Pagoda de plata, merecen uan parada obligada.

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