Marruecos es un país fascinante, pero en el que hay que tomar precauciones. Casi las mismas que para viajar por Egipto.
Lo primero que tienes que tener en cuenta es que las condiciones higiénicas son otras a las habituales en Europa y que aparte de enfermedades endémicas, hay otras como la tuberculosis, el tétanos, el tifus o la difteria, que te pueden sorprender por su frecuencia en este país. No bebas agua que no esté previamente embotellada ni comas con las manos como lo hace la mayoría de los marroquíes.
Lo segundo que deberías de tener en cuenta son los cambios de temperaturas muy acusados que vas a encontrar en el mismo. Desde la costa atlántica a las montañas del Atlas y del día a la noche éstas oscilan muchísimo. Así que no dudes en llevarte algo de abrigo, vayas en la estación del año que vayas.
Lo tercero que debes tener en cuenta es el regateo para todo lo que compres, ya que es intrínseco a su cultura darte precios más altos que los que normalmente tienen las cosas.
Lo cuarto: tener cuatro ojos con todas tus pertenencias, sobre todo con las electrónicas porque te desaparecen sin que te des cuenta.
Tenidas en cuenta, estas cuatro consideraciones, Marruecos es un país de bellísimos paisajes y grandes contrastes y en algunos lugares increíblemente verde.
Yo te recomendaría que vieras Tánger, Tetuán, Casablanca y Rabat en una primera etapa. Agadir, Esauira y Marrakech y las montañas del Atlas en una segunda. Y Fez y Meknés en una tercera etapa.
Con estas tres etapas tendrás más o menos una idea de lo que es el país en sí. Por supuesto, que faltan muchas otras partes interesantes que ver, pero con estas tres etapas has cumplido con lo fundamental que debe ver cada viajero en Marruecos.
Marruecos es un país que parece al mismo tiempo en constante evolución y aletargado, según la época y la región en que lo visites.
Rabat es una ciudad con mucho movimiento al igual que Tánger y su nueva zona portuaria, Tánger-med. Pero, Tetuán, Meknés o Fez parecen aletargados en un tiempo inmemorial si no sales mucho de sus medinas.
En cambio, Marrakech es siempre sorprendente y una ciudad en la que te puedes encontrar de todo.
Lo que sorprende de este país es lo verde que es en algunas regiones y por otro lado lo desértico y al mismo tiempo la nieve en las proximidades del Atlas. Tiene paisajes que recuerdan a algunas zonas de Canarias y al mismo tiempo tiene regiones únicas en las que te parecerá estar en otro planeta.
Una cosa que recomiendo es bañarse en los numerosos balnearios de aguas termales que hay distribuidos por su variada geografía y en donde entrarás en contacto con gente autóctona.
Tánger te sorprenderá por el hálito misterioso que tiene y que ha ido perdiendo con el tiempo al dejar de ser una ciudad internacional como en el pasado, aunque sigue siendo una de las puertas de entrada al país. Algunos de sus cafés parecen sacados de una película francesa o norteamericana.
En Casablanca la mezquita mandada a construir por el anterior Hasán y su megalomanía te dejarán atónito con sus techos de corredizos y labrados hasta el más mínimo detalle.
Las ciudades históricas de Meknés y Fez te sorprenderán por lo recoletas que son y por sus olores (y hedores en algunos casos).
Rabat es una ciudad dinámica y sorprendente y en muchos aspectos inesperada.
Marrakech es un punto y aparte. Es la esencia de Marruecos y al mismo tiempo es otra cosa: la esencia del misterio y el carrefour d’Afrique (el cruce de caminos de África).