Italia posee el patrimonio histórico-artístico más importante del mundo, y detrás le siguen Francia, España y Grecia.
No sólo por esto, sino por sus paisajes maravillosos, su gastronomía, su vibrante cultura, la moda, el idioma, la ópera, y ese modus vivendi que tienen los italianos, es para mí, sin duda alguna, el país más completo y bello del mundo.
Seguramente viví en otra vida en este país, porque nunca me sentí extranjero en el mismo. Me ha ocurrido muy pocas veces esta sensación en mi vida y realmente sólo la he tenido en Italia y en Argentina y es un sentimiento muy fuerte de entendimiento inmediato de todo lo que te rodea y de haber estado allí antes.
Aparte de eso, Italia es, sin duda alguna, la belleza hecha país. ¿Quién no se ha quedado impactado al contemplar por primera vez Il Duomo o la Galleria degli Ufizzi en Florencia o La Piazza dei Miracoli en Siena? ¿O quién no se ha sentido conmovido por la Costiera Amalfitana o la Isola di Capri o los canales llenos de góndolas de Venecia? ¿O por las ruinas de Pompeya o el Foro Itálico o el Colosseo en Roma? ¿Y qué decir de Verona, Perugia, Arezzo, el Lago de Como o el de Garda y otros muchos lugares de obligada visita? Pero, es que hay infinidad de ejemplos más para decir que está tierra fue la elegida por los dioses para dar belleza al ojo y al alma humana. Repito, no conozco ningún país en el mundo -y conozco más de 100- que tenga en tan poco territorio tanta belleza paisajística e histórica.
Es un placer inmenso visitar y revisitar siempre la bella Italia y callejear por sitios muy o poco transitados y pararte a tomarte un buen café o almorzar con sol radiante o cenar a la luz de la luna.