Filipinas

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Lo primero que sorprende al llegar a Manila y resulta increíble es que estas islas tan alejadas de España y a miles de kilómetros de nuestro país, tengan además del nombre del país dedicado al Emperador Felipe II, muchas palabras y costumbres tan españolas como asado, adobo, bola-bola, semana  y un largo etcétera, además de topónimos por doquier como Nueva Lucena, Ayala, Buendía, Casa del Gobernador, Zaragoza, Iglesia de San Agustín y casi todo lo que uno ve…

Esperaba ver una ciudad paupérrima y me ha sorprendido que determinadas zonas están al nivel de cualquier otra ciudad asiática de primer orden como Singapur o Bangkok. La zona de Makati en la capital filipina es realmente algo sorprendentemente ordenado y custodiado por numerosos policías y en el que un europeo puede sentirse a gusto por la cantidad de centros comerciales que se encuentran. También sorprende que los precios no sean tan bajos como uno esperaba y que todo no sea tan barato como en otros países del Tercer Mundo.

Aún así, vale la pena una visita a Intramuros, el centro histórico de Manila en el casco viejo de la ciudad en donde me he sentido transportado en el tiempo con edificios de la época española e iglesias maravillosas como la de San Agustín con un convento-museo adjunto, que puede hacer las delicias de cualquier turista interesado en el arte, la medicina, la historia, la porcelana, etc,… y con una Gran Escalera, una biblioteca y unos jardines que te dejan con la boca abierta.

En esta iglesia-convento-museo de San Agustín pude ver por un casual, ya que la estaba visitando en ese momento, uno de las bodas más bonitas que he visto en mi vida: una pareja de jóvenes filipinos se casaba y la solemnidad y pompa con que estaba organizada con guardia de marines con unos uniformes preciosos y cómo entraron los invitados especiales uno a uno en la iglesia, los coros con voces angelicales y solistas de primer orden y la ceromonia en sí, fueron inolvidables.

Evidentemente la pobreza convive con la riqueza extrema y a veces me preguntaba cómo podían haber niños descalzos y hambrientos frente a otros que iban al último grito de la moda con gafas, monederos, bolsos  y ropa de los diseñadores más famosos del planeta.

Pero Filipinas no es sólo Manila, son más de 6.000 islas muchas de ellas deshabitadas y que tienen un potencial turístico aún por explotar. Vale la pena, por tanto, explorar el país.

La primera parada obligatoria debe de ser Boracay: una minúscula isla que ha creado un precedente en los filipinos. El viaje desde Manila a esta isla puede ser muy placentero o todo lo contrario, si no se planea bien. Hay vuelos muy baratos con Air Asia, Philippines Air, Cebú Air o Tiger Air o muchas líneas low cost. El problema es llegar al aeropuerto correcto para evitar tener que ir por tierra dos horas y luego tener que embarcar una hora más en falúas de pésima calidad, reconvertidos en terribles medios de transporte para turistas incautos.

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El aeropuerto correcto es Caticlán y no Kalibo, ya que el primero queda a menos de 10 minutos del embarcadero para los Jetty ferries a Boracay y el segundo queda a casi dos horas de viaje en el otro extremo de la isla. Normalmente no te lo dicen porque lo que quieren es llenar sus aviones con suficientes turistas para no tener pérdidas, debido a la dura competencia que hay últimamente entre las numerosas líneas aéreas que se disputan este apetitoso destino.

Hay que saber que al aeropuerto de Caticlán porque todavía no está instalado un buen sistema de iluminación nocturna, hay que volar por la mañana o hasta el mediodía y al otro que es mucho mayor, pero está bastante más alejado, vuelan todo tipo de aviones. Ése es el secreto que nadie te dice y que te puede hacer perder más de 3 ó 4 horas innecesarias de viaje.

Bueno, una vez hecha esta salvedad y también el evitar viajar en época de Año Nuevo Chino Lunar porque estos turistas vienen en masa como hordas y pagan por su ignorancia lo que sea y llenan todo de todo, llegar a Boracay es pan comido desde el muelle de falúas.

Boracay es para los filipinos una especie de Ibiza para los europeos: un sitio muy de moda, pequeño y megaexplotado ya, pero con cierto encanto y con unas playas paradisíacas y una envidiable vida nocturna muy del estilo chill-out.

En el otro lado del país, sorprende la isla de Palawán en donde el incipiente Puerto Princesa que empieza a desarrollarse turísticamente y que ofrece playas cristalinas y la gruta natural subterránea más grande del mundo y El Nido con sus dunas kilométricas. En esta isla no llegan los huracanes ni los tifones.