Parece que este año 2015 van a tener razón los astrólogos que me dijeron «celebrar tu cumpleaños en un lugar diferente al del año pasado, va a cambiar tu revolución solar». Pues, realmente festejé mi cumpleaños en Santa Cruz de Tenerife en donde no lo hacía desde hace más de casi 30 años y en 2014 lo celebré entre Tailandia y Camboya y parece que me están empezando a salir interesantes ofertas laborales en mi patria chica.
De momento, también he disfrutado en estos días en que he vuelto a la isla por segunda vez en lo que va de año, del equinoccio de verano y de la Noche de San Juan. Había olvidado cómo se celebra en el Norte de la isla en donde las hogueras campan por doquier y tras pasar unos días en un antiguo monasterio, reconvertido en apartamentos en Icod el Alto y tras pasear por la zona del Drago Milenario y sus plazas antañonas (que diría una amiga venezolana), volví a la ciudad que me vio nacer.
Santa Cruz de Tenerife tiene un extraño encanto y tras no visitarla por muchos años, me parece más bonita. Se ha convertido en un pequeño paraíso peatonal y se puede ir andando prácticamente a todos partes por el centro y los coches están mantenidos a raya por numerosas zonas peatonales. Se han vuelto a remozar zonas que estaban de la mano de Dios durante años y ahora vale la pena pasear por las Ramblas (que ya por fin no tienen ese obsoleto y anacrónico nombre que llevaban). He descubierto que las jacarandas de la calle Méndez Núñez han sido sustituidas por pequeños arbustos de ficus benjaminus que ya se convertirán en árboles algún día. Las esculturas en la calle de la famosa Exposición Universal de esculturas al intemperie de 1973 vuelven a lucir cuidadas y lustrosas y no olvidadas, cuando hay piezas únicas de Miró, Óscar Domínguez o Moore.
En fin, que parece que la ciudad ha dado un paso hacia delante en cuanto a infraestructuras y embellecimiento.
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