Israel

Visitar Tierra Santa es todo un reto. Y si además decides visitar Jerusalén, ciudad santa para las tres prrincipales religiones monoteístas del mundo, el reto se hace aún mayor.

Hay que estar preparados para largos e inexplicables controles de seguridad en cualquier aeropuerto y cuestionarios ridículos a todas luces, además de tener que depender de la bondad del o de la que te entrevista para poder tomar el avión, aunque hayas pagado tus billetes con antelación y no haya la mínima sospecha de que hayas algo malo. Pero, es que hay que pensar que es un país creado por los ingleses en 1948 y en continuo estado de guerra con sus vecinos y con una actitud desafiante y hostil hacia los mismos invandiendo y colonizando sus territorios. Pero aún así vale la pena y hay que armarse de paciencia para vivir la experiencia de visitar la Tumba de Jesús (el Santo Sepulcro), el Muro de las Lamentaciones, la Vía Dolorosa, el Monte de los Olivos, Belén, Nazareth, Jericó, Galilea o tantos sitios con referencias bíblicas en nuestros oídos y mentes.

Jerusalén no es especialmente una ciudad bella como Roma, París o Florencia, pero tiene el halo de mágica por lo de ser la capital religiosa de dos de tres más importantes religiones monoteístas (judaísmo y cristianismo) y también ser ciudad santa para la otra gran religión monoteista (islamismo). Intramuros tiene su encanto, pero no vayan buscando una ciudad especialmente preciosa porque simplemente no lo es. Su encanto reside en lo recoleto de la Vía Dolorosa, las iglesias cristianas católicas y ortodoxas, la gran Mezquita, el Muro de las Lamentaciones y toda la leyenda y mitos bíblicos que están en nuestra mente y educación desde nuestra infancia.

Todavía no entiendo los precios exageradísimos de los hoteles del centro de la ciudad como si estuvieras quedándote a los pies de la Torre Eiffel en París o en la 5ª Avenida de Nueva York. Son simplemente abusivos y no te dan servicios para esos precios. Recomiendo alquilar un apartamento en cualquier portal de internet, pero asegurarse que no hay costes ocultos porque para eso los israelitas son especialistas en cobrarte 100,00 € por limpieza o intentarte cobrar el IVA, del 24 %, cuando saben perfectamente que sólo lo tienen que pagar los ciudadanos de su propio país.

Todo es complicado en Israel. No hay que olvidar que es un país en permanente estado de tensión porque ha iniciado e invadido territorios por su cuenta y es objeto de frecuentes ataques terroristas. No es raro ver a policías y soldados portando armas pesadas como metralletas por la calle, pero aún así los israelitas están acostumbrados a lo que los ciudadanos de la ex-Yugoslavia llamaban relativno mirno (paz relativa).

Además la religión tiene un gran influjo todavía en la sociedad y la comida tiene que ser kosher y cumplir a rajatabla con unos criterios muy estrictos.

Hay tal cantidad de controles que uno llega a aburrirse y a desechar la visita que había planeado con meses de anterioridad. Por ejemplo, para ir a Belén por tu propia cuenta, tienes que dejar tu coche alquilado en las afueras y tomar un taxi bastante caro o un transporte público al centro que te hace perder el día completo entre ir y venir.

Las autopistas están muchas veces saturadas para salir y entrar a Jerusalén por donde quiera que desees entrar. Además están en hebreo, árabe y a veces en inglés y rara vez te dicen el kilómetro en el que estás de ellas. 

Tel Aviv se vende como la contraposición a la tradicional y conservadora Jerusalén, pero en verdad, no es nada del otro jueves. Dice tener 14 kms. de playas y un paseo lleno de hoteles a lo largo de ellos, pero es algo bastante alejado de la realidad. Rara vez he visto una ciudad tan fea como Tel Aviv, no tiene una estructura de ciudad, sino es casi anárquica. Hay preciosas torres de lujosos apartamentos al lado de un edificio cochambroso de una barriada de los años 50 que se está cayendo al suelo y que sabes que no van a hacer nada por evitarlo hasta el último minuto. Tiene comercios y tiendecitas por todos lados y esquinas, pero no es una ciudad en la que te apetezca pasear o tomarte un café. Yaffo, la parte antigua de Tel Aviv es todo menos romántica. Todo tiene ese estilo arquitectónico de «murodelaslamentaciones» con piedras imitando antiguas piedras bíblicas y hasta el aeropuerto internacional Ben Gurión está decorado de esa manera «murolamentacional» y al cabo de un cierto tiempo, todo te parece igual. Las 4.000 casas de pretendido estilo art-decó que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad brillan por su ausencia y están en estado tan lamentable muchas de ellas, que esa declaración de la UNESCO sólo ha servido para evitar su derribo inmediato. En fin, que Tel Aviv no vale ni una misa. Es la ciudad más irregular que he visto en cuanto a pastiche de estilos. Parece que lo único que importa es que el edificio puede ser rentable abriendo por todas partes negocios en la parte delantera, trasera, lateral, superior, inferior…lo que crea la sensación de un mercantilismo tan generalizado que llega a ser desagradable.

Por si todo esto fuera poco, los precios de los supermercados son prohibitivos. No entiendo que sea mucho más caro comprar cuatro cosas en un supermercado de barrio, que en el centro de París. 

 

 

 

 

 

 

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